Clara y su sombra pretende mostrar en forma de cuento la realidad que viven tantos niños y niñas actualmente. El tema del abuso sexual infantil es a menudo relegado al ámbito de los profesionales de la salud y judicial –en última instancia-. Hablar de ello acostumbra a ser incómodo y difícil por parte de una sociedad que tiende a esconder aquello que le molesta. Por decirlo de otra forma, es poco común que sea un tema de sobremesa, y esto favorece su sincretismo y la dificultad para que los casos de abuso salgan a la luz. Este proyecto pretende visibilizar esta temática, sobre todo para lxs más pequeñxs, dando a conocer que existen situaciones que no son sanas ni respetuosas, que deben nombrarse para poder pararlas.
En primer lugar, es indispensable definir qué
entendemos por abuso sexual infantil, para poder detectarlo con criterio y
saber diferenciarlo de conductas que no son patológicas. Vamos a tomar la
definición del libro de Pau[1]:
“Es aquella situación en la cual un niño o adolescente participa
en actividades sexuales que violan los tabúes sociales y legales de la sociedad,
que él no comprende o para los cuales no está preparado de acuerdo con su
desarrollo y que, por tanto, no puede dar consentimiento.”
La mayor
parte de los autores utilizan como criterio que la edad máxima de la víctima
esté entre los 15 y los 17 años. Por encima de estas edades sería más correcto
hablar de violación o abuso sexual. El agresor tendría que tener en el 5 y 10
años más que la víctima: 5 años en el caso de
niños menores de 12 años[2], y 10 a
partir de esta edad. En todo caso habría que hablar de abusadores cuando éstos
tuvieran más de 15 años[3].
El abuso
sexual infantil contempla dos criterios[4] a tener
en cuenta:
Coerción: En cualquiera de sus manifestaciones (fuerza,
presión o engaño) debe ser considerado como criterio suficiente.
Asimetría de edad: Impide la
verdadera libertad de decisión, ya que supone en sí misma un poder que acaba con
toda posibilidad de relación igualitaria.
A la larga hay estudios que hacen hincapié en
las alteraciones y dificultades que experimentan las personas que lo han
sufrido. Varios de ellos relacionan patologías mentales y dificultades
relacionales a estas vivencias traumáticas tempranas. Por poner un ejemplo, el abuso en la infancia (físico, sexual
y emocional) puede alterar la percepción
de lo que representa la sexualidad y puede influenciar negativamente en la
percepción y el desarrollo de relaciones íntimas y de confianza, constituyendo
un factor que predispone a relaciones sexuales precoces y a errores en el uso
de la contracepción[5].
Este
cuento está enfocado tanto a la prevención como a una posible detección
temprana. También ofrece un recurso pedagógico para
todas las edades: a lxs adultxs nos facilita una herramienta con la que enfocar
un tema tan delicado de tratar, a la vez que nos permite resonar con posibles
vivencias de nuestra infancia, reflexionar sobre cómo las abordamos en ese
momento y qué patrones hemos adquirido en relación a nuestros límites. A lxs
más pequeñxs, les facilita un encuadre concreto sobre el que poder hablar de
todo aquello que le sucede a Clara –y puede que les esté pasando a ellxs
también-. En la etapa infantil (hasta los 7 años aproximadamente) lxs niñxs
necesitan imágenes concretas sobre las que poder elaborar los conceptos
abstractos que subyacen los aprendizajes. El personaje de Clara, con sus
múltiples caras, expresiones, comentarios, reflexiones y decisiones es un
elemento cercano a esxs peques que escuchan –o hojean- atentamente el libro. Las situaciones que vive Clara facilitan la
comprensión de sus vivencias, a la vez que permiten construir un relato coherente
y claro a esas edades tempranas.
Clara es
una niña común. Tiene a su familia, sus amigos y amigas, sus sueños y sus
anhelos. Pero de repente, un mal día, todo esto empieza a hacerse borroso en su
interior. Ese día, una sombra grande, oscura y pegajosa empieza a perseguirla
por todos lados.
Clara, la protagonista del cuento, es una niña
común. Es esa niña que te cruzas por la calle, que se sienta en la mesa de al
lado del restaurante con su familia, que ves salir del colegio con su merienda
en la mano, o la que juega a esconderse entre los árboles del parque.
Clara son todxs lxs niñxs que algún día
sienten vulnerada su intimidad y tratan de tirar adelante con esa sombra que
las invade por dentro.
Clara puedes ser tú o yo.
Hay muchas Claras sueltas que no recuerdan de
dónde vienen sus angustias, que no recuerdan lo que les sucedió pero que, un
día, una sombra apareció en sus vidas y la siguen arrastrando en su edad
adulta. Los abusos sexuales en muchas ocasiones se olvidan, pasan a un rincón
de la memoria donde sólo tiene acceso una parte subconsciente de nuestra mente.
Por “suerte”, los seres humanos, disponemos de un gran aliado que nos ayuda a
recordar que existen rincones internos donde se ocultan sombras no deseadas:
nuestro cuerpo.
“El cuerpo habla”, habréis escuchado varias
veces. Pero, ¿qué quiere decir esto? El cuerpo tiene su propio lenguaje, su
código personal. A veces, en sesiones individuales o talleres donde hablamos y
trabajamos sobre la sexualidad infantil, personas -y más a menudo sucede en
mujeres- recuerdan abusos antiguos. Cuando la mente se relaja gracias a la
visualización o la meditación guiada, el lenguaje de lo inconsciente puede
aflorar más fácilmente. Nuestra memoria corporal aprovecha este “despiste”
mental para emerger en forma de imagen o de recuerdo. Nos habla usando este lenguaje
más visual, con el que estamos más familiarizadxs, para ayudarnos a ubicar
aquello que nos dolió y que habíamos encerrado en el cuarto oscuro de nuestra
memoria. Por qué no teníamos otra opción. Éramos niñxs y seguramente nadie nos facilitó
los recursos que necesitábamos para poder hablarlo, ni siquiera para saber que
aquello que vivíamos no era sano y no tenía por qué gustarnos, aunque las voces
adultas nos dijeran que era bueno.
Todas las personas adultas llevamos en nuestro
interior a nuestrx niñx interno. Me gusta visualizarlo como a una de esas
muñecas matrioskas. Abres la grande, y dentro siempre hay una de más pequeña.
Pues la de menor tamaño, es nuestrx propix niñx internx. Esta parte personal es
el producto de nuestra infancia: de nuestras vivencias, de los mensajes
parentales que recibimos, el cómo fuimos concebidas, gestadas, paridas,
amamantadas y criadas durante los primeros años de nuestra Vida. Es la memoria
de nuestra historia vital infantil, y claro, con el paso de los años no es
adaptativo recordarlo todo, por eso nuestra mente selecciona lo que más le
gusta -o lo que más necesita- para tirar adelante. Cuando el abuso sexual se da en etapas pre-verbales -antes de los 2
años- o incluso cuando el lenguaje ya está establecido pero poco maduro, la
memoria consigue borrar el recuerdo, pero el cuerpo no. El cuerpo lo
recuerda todo y lo almacena en su receptáculo físico. Y nos habla, ¡cada día
además!, pero, en la gran mayoría, no comprendemos este lenguaje. A este lenguaje corporal le llamamos
síntoma, y queremos, a toda costa, deshacernos de él sin contemplar la
posibilidad que tenga algo interesante que contarnos. Los dolores de tripa,
picores injustificados, cuerpo poco elástico, dientes que no salen, o se pudren
con caries, o se retrasan en caer, menstruaciones dolorosas, desórdenes
alimentarios, eneuresis, migrañas, etc. pueden estar ocultando algún tipo de
información que subyace a nuestra memoria. No significa que tener uno de estos
síntomas sea consecuencia de haber sufrido un abuso sexual en etapa infantil,
sólo ser consciente que detrás de cada uno de ellos puede abrirse un mundo de
información y de posibilidades personales que tienen mucho que aportarnos.
Existen también síntomas de índole más
psicológica o comportamental[6]
como el miedo excesivo e injustificado, pérdida de la alegría vital, trastornos
del sueño y/o pesadillas, irritabilidad, hipervigilancia y sobresalto,
agitación, ansiedad, evitación de lugares/personas/situaciones, etc. que cuando
lxs niñxs los sufren, deben dar qué pensar a lxs adultxs que lxs acompañamos. La observación activa en la crianza y en el
desarrollo vital de lxs niñxs, es una tarea básica para el bienestar infantil.
Este estado de observación implica estar presente en el día a día, comprender
que muchas veces lxs niñxs viven situaciones que no comprenden y que puede que
se les hagan difíciles de sostener, aunque para lxs adultxs sean sucesos
totalmente triviales. ¿Recordáis que antes hablábamos de las matrioskas? Bien,
pues lxs niñxs no disponen de sus propias muñecas exteriores para que les
protejan y les cobijen. Todavía están en proceso de empezar a desarrollarse. Su
membrana de apoyo somos nosotrxs: lxs adultxs que les acompañamos en su camino
de Vida. Estamos a su lado para aportarles seguridad y protección, para
ofrecerles amor, sustento y comprensión.
En el caso de los abusos sexuales infantiles, las
víctimas sienten esta membrana de protección muy débil, puesto que es,
mayormente, un adulto de su confianza quien los perpetra. En las ocasiones más
favorables, esxs niñxs tienen otro entorno cercano que les proporciona una
referencia de amor sano. Es probable que, así, puedan llegar a hablarlo y
compartirlo en algún momento de su Vida porqué se dan cuenta que aquello que
vivieron no fue correcto. A veces, todo y tener un entorno amoroso, esxs niñxs
nunca llegarán a explicarlo; ya sea por qué lxs adultxs que les rodean no disponen
de recursos para poder hablar de ello, o por qué lxs niñxs no acaban de ubicar
esa incomodidad que sienten como causa directa del abuso que sufren por parte
de esa persona de confianza. Acostumbra a suceder que tampoco lo verbalizan
cuando alcanzan la adultez, bien sea por qué lo han olvidado, o porqué les dan
miedo las consecuencias que esto pueda causar en su entorno. En los casos más
desestructurados, esxs niñxs tienen un entorno familiar y social que no los
sostienen ni lo miran. Es en estos casos, cuando la tarea de reestablecer el
vínculo sano de amor y respeto, pasa por las manos de profesionales de la salud.
Su función de acompañamiento tiene como finalidad que esx niñx pueda comprender
que existen lugares seguros en la Vida, y así, se permitan utilizar el
potencial que poseen para su máximo desarrollo.
Las
heridas de nuestrxs niñxs internxs se guardan en nuestra psique y conforman la
base sobre la que construimos la personalidad adulta. En el caso de los abusos
sexuales infantiles es indispensable acompañarles a sanar su herida y
reestablecer la confianza con la Vida. Sólo así se convertirán en adultxs con
capacidad de amar. Cuando existe una ruptura tan grande en nuestra inocencia
infantil, es probable que reproduzcamos en otrxs el dolor que vivimos, o nos
pasemos el resto de la Vida con síntomas e insatisfacciones crónicas. El dolor
que podemos llegar a infligir es proporcional al dolor que hemos recibido. Tomar
conciencia del daño sufrido en la propia infancia es la única manera de poder
parar la compulsión a hacer lo mismo a lxs niñxs que nos siguen y, por tanto,
parar la autodestrucción de la humanidad[7].
Es con esta mirada puesta en el desarrollo
sano de la infancia que nace este cuento y su manual.
Deseo que te sirva.
Puedes encontrar el cuento en las principales librerías. En CATALÀ y en CASTELLANO.
Para más información acerca del manual, puedes consultarlo gratuitamente en el web: www.claraysusombra.com
Elisenda Pascual i Martí
Psicòloga, psicoterapeuta i escriptora
Fundadora d'Acompanyament Familiar
[1] Generalitat de Catalunya (1997) El llibre d’en Pau. Departamento de
Sanidad y Seguridad Social. Barcelona
[2] Existen indicios del aumento de abusos cometidos por jóvenes o
adolescentes. Estudios afirman que el 20% de violaciones son perpetradas por
menores de edad.
[3] “¡Eh!¡No te despistes!”. Guía pedagógica para la prevención del abuso
y otros malos tratos infantiles.
[4] Idem que 3
[5] Citado de “Abus sexual en la infància i l’adolescència: relació amb la
salut sexual i reproductiva i les relacions sexuals i afectives de les dones
adultes”.
[6] Manual del abuso sexual. Save the Children.