Me gustaría empezar a hablar de mi visión sobre la crianza rescatando un tesoro que todos y todas poseemos y que va a ser clave en el proceso de revisión y cambio de mirada:
nuestr@ niñ@ intern@.
Te pido que por un momento,
mientras acabas de leer estas líneas, te puedas transportar a ese momento de tu
historia vital. Allí donde tus recuerdos empiezan; y te visualices como la niña
o el niño que fuiste: ¿qué hacías? ¿En qué pasabas tu tiempo? ¿Qué sueños
tenías? ¿Cómo veías la Vida? ¿Cómo era tu relación con tu padre y tu madre? ¿Cómo
te miraban? ¿Cómo te acompañaban en tus necesidades y en tus procesos vitales?
Date un tiempo para recordar, e
intenta hacerlo sin juicios, sin reproches. Tan sólo observando las imágenes
mentales que aparecen y dándoles vida, color, movimiento.
Aquello que recibiste, es –en
gran parte- lo que ahora tú eres. Por esto es tan importante recordar cómo eras
de niño y de niña, cuáles eran tus deseos y cuáles pudiste alcanzar. Recordarte
en esa etapa de tu biografía humana va a ser clave en el proceso de ofrecer una
mirada de comprensión y respeto hacia tus hij@s. Comprender que las pulsiones
infantiles son parte de nuestro temperamento y de nuestra personalidad, de nuestros anhelos vitales que, demasiado a
menudo, han quedado en recuerdos nostálgicos de algo que ya se fue.
Recordar
cómo te criaron te facilitará mucha información acerca de tu tendencia actual
para con tus retoños.
A menos que pasemos por el tamiz
de la consciencia ciertas tendencias y reacciones espontáneas, seguimos
hablando de la manera que nos hablaron. Y si esto nos funciona y nos retorna
bienestar, ¡perfecto! Y si esto no nos aporta la paz que deseamos tener en el
proceso de crianza, es momento de revisarlo y transformarlo.
La
manera como les hablas a tus hij@s
acabará siendo su voz interior. Y no sólo lo que les dices, sino –y lo
más importante- el cómo se lo dices, o desde dónde se lo dices. Te invito a que
percibas la diferencia entre estos dos ejemplos que propongo a continuación:
La diferencia en lo que se dice
es evidente, aunque si vamos al detalle no es tan de tipo semántico. En las dos
viñetas la persona adulta detecta una situación que le despierta la sensación
de peligro. En la situación “naranja”, la persona adulta no la filtra y la
manifiesta en forma de PELIGRO real. Asustada, expresa su temor como una
inhabilidad de su bebé. “¡¡¡Te vas a caer!!!”
Es el mensaje que recibe es@ niñ@ y, en consecuencia, lo interpreta como
una incapacidad propia. Esto hace que se sienta poco hábil para superar ese
desafío que, de entrada, le parecía tentador de probar, y acabe cayendo por
falta de seguridad interna.
Si cuidamos los mensajes que
emitimos, ayudamos a nuestr@s hij@s a que tomen conciencia tanto de sus
habilidades internas – en su deseo de exploración y experimentación- como de lo
que éstas mueven en las personas adultas. Les acompañamos en el proceso
natural de descubrir la empatía, estamos presentes en su elaboración de la
teoría de la mente[1] y así,
cumplimos con una parte que sí nos pertenece como adult@s: la transmisión de
las normas y de los valores sociales y culturales, adecuados a cada etapa
evolutiva de nuestr@s hij@s.
Cuando explico este tipo de
situaciones como las del ejemplo de las viñetas, muchas familias lanzan una
pregunta que a mi me fascina:
¿eso significa que
l@s niñ@s pueden hacer lo que quieran?
Existe
una enorme diferencia entre LIBERTAD y LIBERTINAJE. En la libertad hay
infinitud de límites. La libertad implica conocer qué repercusiones tiene lo
que hago y lo que no hago; implica responderse al planteamiento interno del
respeto propio y ajeno; lleva inherente la capacidad de autorregulación para
frenar acciones –incluso pensamientos- que no cuiden la Vida; bebe del
discernimiento entre mis deseos y mis capacidades. El libertinaje es la
ausencia de todas estas capacidades metaconscientes. El libertinaje es una
pulsión hedonista que se nutre sencillamente del propio placer y beneficio. No
hay normas, ni límites y todo debe ser aceptado como parte de un deseo interno
que me moviliza hacia determinadas acciones. ¿Se comprende la diferencia?
En el proceso de crianza
respetuosa, el libertinaje no tiene lugar. Existe la aceptación de l@s bebés
como seres humanos en evolución y maduración. Personas que todavía no han
logrado completar el desarrollo de las estructuras cerebrales que regulan sus
pulsiones[2],
que les permiten comprender los límites, normas y ciertas situaciones de
peligro. Des de esta concepción, somos las personas adultas quienes, a través
de los límites, necesitamos acompañar el proceso de desarrollo de esas personas
en crecimiento. Los límites encuadran, sostienen y securizan el ambiente para que todas las personas que lo
habitan puedan experimentar de una manera más relajada. La adquisición de estas
normas externas, sumado a la maduración que van adquiriendo sus estructuras
cerebrales de autocontrol, permite que a medida que crecen, l@s niñ@s vayan
siendo cada vez más autónom@s y hábiles. Sirva este ejemplo para acompañar lo
que explico:
Tenemos un bebé que empieza a darse la vuelta y a arrastrarse. Hasta
hace poco, cuando no hacía todo esto, podíamos dejarle encima de la cama
mientras nos desvestíamos y nos cambiábamos. Para su seguridad, no precisaba de
más límites que una superficie uniforme que lo sostuviera y nuestra presencia
cercana. Ahora, este bebé ya no está seguro en esa cama porqué en un instante
de no atención, puede rodar o desplazarse hasta el margen y caer. No tiene
consciencia de ello porque su maduración cerebral no le permite prever los
acontecimientos. No tiene la libertad para autolimitarse y cuidar su
integridad. La persona adulta que lo acompaña si tiene esta capacidad, y la
obligación de usarla en beneficio de la vida que cuida y sostiene. De esta
manera, una adulta que hace uso de su empatía, planificación y mirada amorosa
hacia ese bebé, sabe usar su libertad para parar la acción que está
desarrollando, acercarse a la cama, y limitar con cojines el espacio de
movimiento, o transformar una cama alta en un futón a ras de suelo para que ese
bebé pueda, cada vez más, subir y bajar a su gusto. Si no tuviéramos esta
capacidad que nos alerta que un segundo de no mirada puede ser fatal para ese
bebé, seguiríamos regulad@s por el libertinaje debido a la immadurez que
caracteriza los primeros estadios de desarrollo de las personas, con la
diferencia que al ser personas totalmente desenvolupadas, nuestro libertinaje
sería patológico.
Los LÍMITES y el AMOR
Es importante comprender que no son los “mimos” o los cuidados lo que
malcría a l@s niñ@s, sino la ausencia de límites amorosos y respetuosos.
Muchas veces, la incapacidad de
limitar a nuestr@s hij@s pasa por la dificultad de sostener su enfado o
frustración. Si rescatamos nuestr@ propio niñ@ intern@ -ese ejercicio que
proponía al principio- le podemos preguntar qué tipo de frustraciones vivió, y
cómo fueron acompañadas.
La
FRUSTRACIÓN es una herramienta para encontrar un nuevo camino hacia el éxito.
Ahora bien, esta frustración debe ser acorde a las capacidades madurativas y
emocionales de cada niñ@. Cuando se permite que l@s niñ@s perciban la distancia
entre lo que desean y el objeto/acción/etc. deseado, les estamos posibilitando
que -aunque en los primeros intentos no logren conseguir lo que desean, y
siempre que esa acción esté dentro de los márgenes de sus capacidades- integren
esa frustración como una información que les permite explorar nuevos caminos
para dirigirse, exitosamente, a su finalidad. Por ejemplo:
Ruth quiere subirse a un árbol. Tiene 2 años y sus piernitas son más
cortas que la distancia que hay del suelo a la primera rama. Ve a sus hermanos,
más mayores, salvar el desnivel con gran facilidad, y ella cree ser capaz de
hacerlo de la misma manera. Así que se dirige al tronco y, después de tres o
cuatro intentos, se da cuenta que no es capaz. Y Ruth se frustra. Y Ruth llora.
Y Ruth nos pide que la subamos a ese árbol para ser igual que sus hermanos.
¿Qué hacemos como adult@s? Pues
tenemos varias opciones:
La primera opción es subirla al
árbol tal y como nos pide para ahorrarle la frustración, el llanto, y su
rabieta. Y de paso, ahorrárnosla a nosotr@s, ¡claro! Así que la cogemos en
brazos y la montamos a ese árbol. Y sin darnos cuenta, el mensaje que le damos
a Ruth –y que ella percibe y empieza a integrar- es: cómo quieres algo que no puedes obtener, te frustras, lloras y
pataleas, pues te ahorro este “sufrimiento” y te salvo. Te voy a facilitar los
obstáculos para que seas feliz y, de paso, me ahorres escucharte cuando te
pones así. Yo te protejo porqué por ti misma no eres capaz de sostener los
desafíos de la Vida. Con todo esto, que puede ser comunicado sin mediar
palabra porqué l@s niñ@s a esa edad perciben mucho más la CNV[3],
el tipo de patrón que posibilitamos es el de DEPENDENCIA.
L@s niñ@s con este tipo de acompañamiento acaban siendo personas adultas que
creen que el mundo es un lugar peligroso en el que no pueden valerse sol@s. Van
a buscar constantemente una figura que les salve y les facilite la Vida,
cayendo a menudo, en situaciones poco beneficiosas para ell@s mism@s.
Una segunda opción es hacer como
si no la escuchara. Hay un tipo de imaginario bastante extendido que cree que
si no les hacemos caso cuando se ponen “así”, se van a cansar y se les pasará.
El mensaje que recibe Ruth en esta situación es: lo que te pasa es tan poco importante para mí, que no pierdo mi tiempo
ni en mirarte siquiera. Espabílate y apáñate con tus dolor que no es nada para mí.
¡Ya vas a saber lo que son los problemas cuando crezcas! Con este mensaje
no verbal lo que estamos fomentando son niñ@s que van a crecer con un patrón de
ABANDONO y sintiendo que el mundo
es un lugar hostil y nada empático, en el que debemos ser fuertes y dur@s para
poder sobrevivir.
Una tercera opción es acercarme a
Ruth, bajar mi altura hasta que mis ojos encuentren los suyos, y mirar lo que
le está pasando. Esta mirada en sus profundidades emocionales, puede que me
cueste, que me duela por empatizar con su dolor, que me recuerde mis
frustraciones pasadas y cómo estas fueron dejadas de lado. Ser fuerte para
hacer frente a todo esto y seguir mirando a Ruth con su dolor y su frustración,
sin juicio, sin querer salvarla, sin querer castrarle esta parte que también es
suya, va a transmitirle un mensaje muy distinto de los anteriores: veo tu dolor y tu frustración. Lo puedo
sentir en mí. Conozco lo que es querer lograr algo y no conseguirlo a la
primera, ni a la segunda, y a veces, ni hasta en la tercera. Estoy disponible
para acompañarte mientras tratas de hacerlo, o para acompañarte mientras lloras
y estás enfadada. Esto es una parte tuya, no eres toda tú. Confío en ti[4]y en
tu capacidad para encontrar la manera de lograr subir a este árbol. Puede que
necesites de un tiempo, o tal vez quieras que me quede cerca mientras lo
intentas. Estoy disponible, aunque no voy a subirte porqué se que, en algún
momento, vas a lograrlo. L@s niñ@s que son acompañados con esta presencia
amorosa que no juzga lo que les pasa, sino que observa como gestionan sus
situaciones, aprenden a crecer integrando la seguridad y la confianza externas
como propias. Son niñ@s con una AUTOESTIMA
alta, hábiles en la gestión de sus limitaciones y empáticos con las situaciones
que viven l@s demás.
En estas tres situaciones
anteriores, ha quedado explicado un concepto imprescindible para la crianza
respetuosa de l@s niñ@s: la AUTONOMÍA. En las dos primeras
situaciones, estábamos delante de dos casos de PSEUDOAUTONOMIA: la
primera por EXCESO –con comportamientos de sobreprotección y creando dependencia-,
y la segunda por DEFECTO –con comportamientos de abandono y creando madurez
precoz-. En el tercero de los casos es cuando la autonomía toma lugar: cuando
Ruth se siente acompañada en su frustración –que a la vez, es adecuada para su
edad- y nadie la salva, sino que la mira con confianza en que ella puede
lograrlo. Podríamos resumirlo en esta frase:
Si me lo haces, te NECESITO. Si me acompañas, APRENDO.
Aunque nos cueste, las personas
adultas debemos estar constantemente revisándonos, observando de qué lugar
interno surgen nuestros acompañamientos a l@s niñ@s. A menudo, lo que recibimos
siendo niñ@s y lo que ahora queremos ofrecer, se mezcla y nos confunde. No se
trata de cargarnos de reproches y culpabilidades hacia lo que nos dieron
quienes nos maternaron o nos paternaron. Esto no sirve para liberarlo, sino que
perpetúa un modelo de queja y de rabia que nos va consumiendo. Si lo que nos
dieron nos pesa y nos limita, es momento de revisarlo con personas expertas que
puedan acompañarnos amorosamente a ubicarlo en un lugar que nos deje
tranquil@s. Sólo así podremos mirar a nuestr@s hij@s por lo que son, y no sólo darles aquello que a nosotr@s nos
faltó. Su FELICIDAD es soberanía suya, nosotr@s somos
simples agentes pasivos en su proceso de clasificar qué les hace y qué no les
hace felices. Des de nuestro trabajo interno de clarificar qué mirada nos ponemos, estamos permitiendo que
conformen su propia imagen interna y la del mundo que les rodea.
Elisenda Pascual i Martí
psicòloga i fundadora d'Acompanyament Familiar
www.elisendapascualmarti.jimdo.com
[1]
El concepto de ‘teoría de la mente’ (ToM) se refiere a la habilidad para
comprender y predecir la conducta de otras personas, sus conocimientos, sus
intenciones y sus creencias. En el ser humano, la capacidad de cognición se
adquiere normalmente entre los 3-4 años; aunque más que una adquisición se
trata de la activación de una capacidad congénita, capacidad que se activa a
partir de una estimulación eficaz procedente del otro. En los humanos la
cognición deriva de la naturaleza y del ambiente, de los factores culturales
que inciden en la naturaleza humana.
[2]
La zona pre-frontal del cerebro es la que permite la regulación de las acciones
y deseos de las personas. Esta área se termina de desarrollar aproximadamente a
los 21 años, así que es lógico comprender que los bebés funcionan más desde
zonas cerebrales más primigenias como es el cerebro mamífero o emocional.
[3]
CNV: comunicación no verbal. Conjunto de
signos corporales, gestuales y
energéticos que las personas emitimos inconscientemente cuando estamos en
relación de comunicación, haya o no expresión verbal audible. L@s niñ@s en
edades tempranas, debido a su falta de madurez de las estructuras cognitivas y
las áreas de procesamiento verbal de la información, perciben con mayor nitidez
la CNV que las personas adultas emitimos. Es importante pues, cuidar mucho la
coherencia entre los dos canales comunicativos para no establecer mensajes
paradójicos que crean confusión y malestar en las interacciones.
[4] “igual que confío en mi” añadría. Sólo aquello que realmente SOMOS es lo que
vamos a transmitir a nuestr@s hij@s. El viaje de la crianza empieza por
tomar consciencia un@ mism@ de saber dónde estamos en referencia a nuestros
dolores, cicatrices, anhelos, mirada, creencias. Lo que vivimos es lo que l@s
niñ@s ven e integran como válido, no lo que les decimos. En el ejemplo de Ruth,
si yo le transmito que “debe confiar en ella misma” pero yo no soy capaz de
confiar conmigo, Ruth no va a integrar la confianza como algo interno. El
mensaje que va a recibir es paradójico e incluso imperativo.